Dentro de 30 años, las personas que habitarán en el planeta demandarán el doble de alimentos. La única manera de luchar contra el hambre será a través de la tecnología en la producción agropecuaria.
Se estima que para 2050 habrá unas 9.100 millones de personas que alimentar, un 34% más de población que en la actualidad. De ese total, se calcula que el 70% de la población será urbana contra el 49% del presente.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la demanda de cereales, destinados tanto al consumo humano como animal, alcanzará unos 3.000 millones de toneladas en las siguientes tres décadas y, como consecuencia, la producción de alimentos se deberá casi duplicar. Pero, ¿qué hace falta para alcanzar esas metas? La respuesta es la conectividad.
En diálogo con Infobae, el Ing. en Electrónica y miembro del equipo de Bioeconomía del Ministerio de Agroindustria de la Nación, Juan Bonet, define a la conectividad como la capacidad de establecer una conexión, una comunicación o un vínculo, a través de los diferentes dispositivos.
Por su parte, la conexión es la comunicación que se establece a través de esos instrumentos. “El acceso a internet posibilita el desarrollo en las comunidades para darle sentido a estos conceptos“, asegura el especialista.
Para Bonet, “la conectividad es un cuello de botella muy difícil de vencer en lo que se refiere a mejorar la productividad en la agroindustria. Si queremos lograr el volumen de producción que se espera para 2050, la conectividad va a ser tan necesaria como la lluvia para los cultivos”, advierte el investigador y agrega: “Si logramos conectar los sensores a nivel del campo, vamos a trabajar mejor con ese agua, de manera más inteligente con los fertilizantes, y vamos a alcanzar una correcta agricultura por ambientes”.
Todo eso se logra teniendo datos que vienen desde la tierra al Big Data –repositorios que capturan y administran una cantidad tal de datos que superan la capacidad de cualquier software-, donde se procesan y vuelven al productor para que tenga la información necesaria y pueda tomar mejores decisiones”.
Qué pasa en la actualidad
Los especialistas estiman que la aplicación masiva de la tecnología en el campo, generarán una “revolución” en la producción de alimentos. (getty)
Según Bonet, el sector del agro como generador de alimentos, energía y fibras, es la industria de productos con agregado de valor en origen más competitiva que debería desarrollar la Argentina. “Para lograrlo necesitamos energía y conectividad”, afirma.
“En nuestro país es como si hubiéramos empezado a construir la casa por el techo, porque tenemos grandes desarrollos y oferta de aplicaciones, pero no tenemos los sistemas de comunicación para utilizarlos”, destacó.
En este sentido, el especialista aclara que: “Todavía no tenemos la posibilidad de tomar los datos desde el propio lote; para eso necesitamos conectividad. Pero primero hay que llegar físicamente a los pueblos con cableado de fibra óptica y continuar hacia los establecimientos agropecuarios, para finalmente arribar al potrero a través de los diferentes recursos inalámbricos, como redes wi-fi o satelitales”, explica.
En la actualidad, existen programas para vincular las ciudades con los pueblos a través de la empresa estatal ARSAT (dependiente del Ministerio de Modernización) y el Ente Nacional de las Comunicaciones (ENACOM), cuyos planes incluyen apoyo económico para fomentar que localidades de hasta 10.000 habitantes tengan internet. “Una vez que se logre ese primer objetivo, hay que vincular las estancias y de ahí el gran desafío es conectar los lotes, que es lo más complicado de todo”, señala este ingeniero.
“A partir de ese punto tenemos que encontrar la tecnología que esté al alcance de los campos para poder instalar los sensores y las máquinas que permitan lograr una mayor producción. De esta manera se disminuye la brecha digital entre las ciudades y el interior”, se entusiasma.
Sin embargo, Bonet es cauteloso y aclara que: “En un futuro inmediato, no vamos a poder llegar con una red de wi-fi a cubrir 2.000 hectáreas; es inviable técnicamente y no es rentable desde el punto de vista económico que una persona esté en la punta del campo mirando películas por streaming”. No obstante, asegura que lo que sí se puede implementar en lo inmediato son redes alternativas con la denominada Internet de las Cosas (IoT, por las siglas en inglés de Internet of Things).
“Todo tiende a la IoT porque son redes nativas (que nacieron con ese fin), más económicas para su instalación y que permiten estar más cerca de conectar el campo”, detalla Bonet. Transmiten un volumen reducido de datos, como si fueran mensajes de texto, lo que le posibilita una amplia cobertura que puede alcanzar los 30 km.
Esa información es recolectada por los sensores de los dispositivos utilizados en el lote y luego se transmite a nodos de comunicación, tras lo cual se suben a la Nube (Cloud, o almacenamiento virtual) donde son analizados y procesados en el Big Data para ser finalmente compartidos en los dispositivos de los productores que lo requieran a través de la Internet.
“Hay que aclarar que son redes con una velocidad y un caudal de información muy limitados, que sirven para el relevamiento de un lote, pero no me van a permitir controlar un tractor inteligente”, señala Bonet quien compartió estos conceptos durante el ciclo de seminarios especiales organizado por el Posgrado de Agronegocios de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), bajo el título “Conectividad Rural”.
Cambio de paradigma
Se estima que para 2050 habrá unas 9.100 millones de personas que alimentar, un 34% más de población que en la actualidad. (getty)
El técnico de Agroindustria asegura que las deficiencias de conectividad “no son un problema sólo de la Argentina; estamos igual que los EE.UU., Australia o la Unión Europea”.
Las empresas de comunicaciones se concentran en las grandes ciudades, porque allí está el volumen del negocio. Pero van a tener que encontrar un modelo para la agroindustria en el que compensen esa menor cantidad de tráfico con un mayor volumen a través de la inmensa cantidad de dispositivos que funcionen en los campos recolectando datos. Cuando técnicamente encuentren la solución y resuelvan la ecuación económica, lo van a implementar”, se esperanza Bonet.
“Tenemos que generar una revolución para que el campo pueda alimentar a más de 9.000 millones de personas en 2050, similar al cambio que generó la incorporación de la maquinaria agrícola o la denominada Revolución Verde en la década de los ´60 (iniciada por el Ing. Agrónomo estadounidense Norman Borlaug quien obtuvo cruces selectivos de variedades de trigo, maíz y arroz para obtener cultivos de mayor productividad), y de manera sustentable”.
En esta línea viene trabajando la FAO con su iniciativa e-Agricultura junto a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por las siglas en inglés de International Telecommunication Union), el principal organismo especializado de la ONU en Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC).
De acuerdo al organismo internacional, son muchas los países “que reconocen la necesidad de una estrategia nacional de e-Agricultura. Sin embargo, la mayoría aún deben adoptar un enfoque estratégico para hacer el mejor uso de los desarrollos de TIC para la agricultura. Las estrategias de e-Agricultura ayudarán a racionalizar los recursos (financieros y humanos) y abordar, de manera integral, las oportunidades y desafíos de las TIC para el sector agrícola de una manera más eficiente. Dichas estrategias también ayudarán a generar nuevas fuentes de ingresos y mejorar los medios de subsistencia de la comunidad rural”.
La ONU argumenta que: “Poner en marcha una estrategia nacional de agricultura digital es un paso importante para cualquier país que planifique el uso de las TIC para la agricultura a fin de ayudar a reducir la pobreza, aumentar la seguridad alimentaria y promover sus objetivos y prioridades agrícola”.
Además, sostiene que puede ayudar a un Estado a incrementar su producción de alimentos y establecer incentivos y facilitar el desarrollo de tecnologías exportables; y también promover nuevos mercados, fortalecer la protección social, descentralizar el comercio y servir como un impulsor de la innovación agrícola.
En un reciente trabajo publicado por la FAO e ITU titulado “e-Agricultura en Acción”, ambas organizaciones consideran que la expansión de la conectividad de banda ancha, el aumento de la implementación de la IoT, el análisis mejorado, los dispositivos asequibles y las aplicaciones innovadoras están apuntalando lo que ahora llamamos una sociedad digital.
Por último, agregan que: “Aprovechar los avances e innovaciones de las TIC se está volviendo más crítico al buscar formas de compensar algunos de los desafíos que enfrenta la agricultura en un mundo donde debemos producir 60% más de alimentos para 2050. La aplicación de soluciones de agricultura electrónica puede transformar la forma en que nos acercamos a esos objetivos”.
Fuente: https://www.infobae.com/campo/2018/08/23/conectividad-y-big-data-las-claves-para-alimentar-al-una-poblacion-mundial-en-crecimiento/