Ante la llegada de una nueva campaña gruesa, referentes pusieron énfasis en la fertilización para aumentar la producción y maximizar la inversión en cada cultivo.
El último mapa sobre la fertilidad del suelo realizado en 2018 encendió las alarmas. Según el estudio realizado por el Inta y Fertilizar Asociación Civil, advirtió que los valores de materia orgánica en toda la región pampeana cayeron entre un 30 y 40 % respecto a los suelos en condición prístina. Además, los niveles de fósforo en gran parte de la superficie agrícola están por debajo de las 15 partes por millón y como si fuera poco, los suelos se están acidificando.
Y más allá que el consumo de fertilizantes viene creciendo en los últimos años, con niveles récord, todavía hay una brecha para seguir creciendo, sobre todo en los cultivos de granos gruesos que son los de mayor superficie sembrados en el país.
Para la directora Ejecutiva de Fertilizar Asociación Civil, María Fernanda González Sanjuan, hubo un crecimiento sostenido del uso de la tecnología a partir del año 2016, luego de la quita de las retenciones y Roes a las gramíneas, que hizo traccionar el aumento del área tanto de maíz como de trigo, cultivos en los cuales el volumen de fertilizantes utilizados es mayor que las leguminosas.
“Incluso en años donde suponíamos que podía estar más ajustado el uso, la tecnología se afianzó muy bien en los cereales pero la soja todavía es el cultivo más retrasado”, consideró.
En este sentido, remarcó que este retraso en la mejora de la nutrición de la oleaginosa se debe a que hay una tradición de que la soja no responde o es errática y la verdad que no es así. Eso ya no es una excusa”, advirtió.
Desde la organización tienen en desarrollo una red de 14 ensayos en 8 localidades de cuatro años de extensión donde se compara el testigo (situación de base) el manejo del productor de la zona y el planteo óptimo que sugieren.
En soja, con el actual manejo que hace el productor le permite capturar un 5% de rinde en promedio sobre el testigo. Pero si usara la tecnología recomendada capturaría un 21% más en promedio por encima del testigo.
En maíz, en cambio, el productor logra un 15% de rinde en promedio más que el testigo y si tomase la recomendación adecuada, lograría un 37% más que el testigo.
Mirando las perspectivas de este año, según el monitoreo que hace Fertilizar con el despacho de fertilizante, en el período enero-junio de este año se incrementó en relación al mismo lapso de 2019. Se explica, según la directiva, por una mejora en el área y en el uso de tecnología en trigo pero principalmente porque el productor adelantó las compras de producto para preservar el valor de la moneda en insumos.
Precisamente, en las estimaciones que tiene la organización para este año marcan que el uso de la tecnología será similar al 2019, cuando se consumieron la marca histórica de casi 4,7 millones de toneladas.
Es que la relación de insumo-producto son similares a los del año pasado. En maíz, se necesitan casi 4 kilos del cereal para comprar un kilo de urea y más de 4 kilos de maíz para comprar un kilo de fosfato diamónico. Por el lado de la soja, se requiere casi 1,5 kilos del poroto para comprar un kilo de superfosfato simple y 2.4 kilos para comprar un kilo de fosfato diamónico.
En relación a este último punto, el técnico del INTA Pergamino, Manuel Ferrari, agregó que el maíz se fertiliza en casi el 100% de los lotes sembrados mientras que en el caso de la soja se nutren el 50% del área.
“La dosis promedio de producto comercial en maíz es de 200 kilos por hectárea y multiplica por cuatro a la soja, que es de 50 kilos”, remarcó.
Lo primero que destacó el especialista es que menos del 20% de los productores hacen análisis de suelo. “Si no se saben los déficit nutricionales, es difícil a ojo poder aportar lo necesario”, sintetizó.
Yendo puntualmente al maíz, los nutrientes más importantes son nitrógeno, fósforo y azufre y en algunos casos, el zinc.
Precisó que el análisis de suelo en nitrógeno funcionan bien hasta los 60 centímetros de profundidad porque es un nutriente móvil. “Sumando lo que hay en el suelo más el fertilizante, tiene que alcanzar un total de 150 kilos de nitrógeno por hectárea.Pero si se aspira a rindes más altos, por encima de los 12.000 kilos, hay que apuntar a 180 kilos o más”, sostuvo.
Y agregó que hay instrumentos para la medición de la planta para ajustar la refertilización durante el desarrollo del cultivo.
En cuanto al fósforo, dijo que el análisis a la siembra es la mejor herramienta para determinar los niveles, que por debajo de las 13 a 14 partes por millón (ppm) es deficiente y hay un alto poder de respuesta.
Con respecto al azufre, hace 20 años que empezó a hacerse deficiente en el país, indicó. Pero en este nutriente afirmó que es muy difícil determinar los niveles en base a análisis de suelo porque no hay una buena asociación en lo que hay en el suelo y la respuesta del cultivo.
“Se habla de 7 ppm de sulfato de azufre como base pero lo más conveniente es hacer una caracterización del ambiente sabiendo que en los suelos que perdieron materia orgánica, que hayan sido erosionados, con altos rindes o arenosos, son los que más chances tienen que haya respuesta de azufre”, especificó.
En referencia al zinc, mencionó que la planta requiere poca cantidad pero es esencial porque lo necesita para cumplir su ciclo de vida. “Como se aplican de 2 a 4 kilos por hectárea, no se hace una aplicación exclusiva por lo que hay fertilizantes líquidos con nitrógeno, azufre y zinc o se cura la semilla con zinc o se agregan con fuentes fosfatadas que contienen zinc”, describió como la forma más sencilla de sumar el micronutriente.
“El enfoque más importante es tener presente la ley del Mínimo. Nunca vamos a lograr una respuesta importante de zinc si antes no corregimos la deficiencia de nitrógeno. La fertilización balanceada se basa en este principio para que todo esté armónicamente distribuido”, destacó.
Asimismo, hizo una diferenciación en lo que respecta a la nutrición de maíz tardío (sembrado sobre barbecho )y de segunda (sembrado sobre rastrojo de cultivos de arveja, trigo o cebada). “Son situaciones distintas en cuanto a nutrición. La arveja deja nitrógeno mientras que rastrojo de trigo y cebada, por el contrario, atrapa los microorganismo del suelo que degradar ese rastrojo y se llev el nitrógeno por lo que hay que aplicarlo vía fertilizante”, sostuvo Ferrari.
En este sentido, hizo foco en la vicia como cultivo de servicio en la cual acumula nitrógeno debido a la fijación biológica, que queda en el suelo y se descompone rápidamente, libra nitrógeno para el maíz en la cual reduce la dosis del fertilizante.
Por último, el técnico del Inta Pergamino advirtió que empieza a preocupar el potasio no porque sea deficiente pero sí porque los niveles están cayendo de una manera acelerada. “En la zona pampeana estamos bien, salvo en algunas regiones. Los problemas se dan sobre todo en Corrientes y Entre Ríos”, informó.
Puntualmente, en Entre Ríos desde hace algunas campañas se profundizó el déficit de potasio en los suelos impactando de lleno en el rinde de la soja. “Se repone un 1% de lo que se extrae”, alertó Juan Manuel Orcellet, del Inta Concepción de Uruguay. “Estamos encontrando sitios con deficiencia de potasio. Es bien localizado el problema en los suelos entrerrianos porque originariamente tenían menos potasio que el resto de la región pampeana y ahora se agudizó la problemática”, agregó.
Según explicó el referente, luego de varios análisis, determianron que el umbral es de 150 a 160 ppm de potasio. “Los análisis que hicimos en la provincia dieron en promedio que hay 200 ppm del nutriente pero un 35% de los lotes está por debajo del umbral adecuado”, dijo. En Santa Fe y el norte de Buenos Aires, diferenció, los niveles de potasio alcanzan los 400 ppm en promedio.
En este sentido, Orcellet indicó que hubo respuesta en soja de 800 kilos en lotes con deficiencia del nutriente. “Agrega un costo al sistema productivo. Hoy, poner cloruro de potasio, que es la fuente que utilizamos, tendría un costo de 250 kilos de soja aproximadamente”, informó.
“A largo plazo los lotes te van a pasar factura porque se viene extrayendo y no se fertiliza, pero siempre lo económico prima en el análisis”, agregó. En maíz, sostuvo, también hubo respuestas de 1.000 kilos.
“De lo que absorbe la soja de potasio, el 50% va dirigido al grano, en cambio, en los otros cultivos, como maíz y trigo, lo que absorbe la gramínea solamente el 20% va a grano y el 80% vuelve al suelo por medio de los rastrojos”, explicó.
De todas maneras, remarcó que cuando se cosecha maíz para silo se lleva todo el rastrojo y el grano por lo que se extrae el 100% del potasio que tomó la planta. “Los productores tienen altos costos en el control de malezas por lo que terminan reduciendo en alguna rama de la producción y ahí entra la nutrición, que siempre cae relegada”, concluyó.
Fuente: Clarín Rural.